Por Fernando Winfield Capitaine
De todos los pueblos del México prehispánico, posiblemente de ninguno se disponga de tanta información como de los aztecas.
Al inicio del periodo Postclásico la región septentrional de Mesoamérica entra en movimiento. Las diferentes poblaciones que formaron aldeas permaneciendo largo tiempo en la zona de Chalchihuites y distintas masas bárbaras, deciden iniciar una emigración al centro. En su lento peregrinar se establecen en muchos lugares, a veces por periodos prolongados, que después abandonan siguiendo el lema de "buscamos nuestra casa".
Los primeros en llegar al Altiplano son los conjuntos chichimecas, comandados por Xólotl que contemplan las ruinas de Tula. Se asientan inicialmente en Tenayuca y ocupan Texcoco y Culhuacán, celebran alianzas con Atzcapotzalco, Tlaxcala y Cholula, llegando a enseñorearse del vasto territorio que comprende los estados de México, Tlaxcala, Puebla, Morelos y parte de Veracruz. Son recibidos en relativa paz por los dispersos sobrevivientes toltecas, iniciándose un notable proceso de aculturación que los lleva finalmente al abandono de sus costumbres bárbaras. La aguerrida personalidad de los chichimecas se atempera con los herederos de la cultura tolteca.
Sucesivas aportaciones migratorias que vienen del norte y alguna de la mixteca son acogidas sin problemas aparentes, repartiéndose entre ellos todo el territorio sometido, incluido el margen de los lagos de Chalco, Xochimilco, Texcoco, Zumpango y Xaltocan, hasta que debido al crecimiento de la población, vino el enfrentamiento que creó un intenso clima de tensión social en la zona.
En esta circunstancia y con evidente rezago por su permanencia en Jalisco, Michoacán y Estado de México, hacen su aparición los aztecas, ahora nombrados mexicanos. Vienen encaminados por cuatro sacerdotes que siguen los mandatos de su dios tribal, Huitzilopochtli, el Huichilobos de los españoles; a pesar de su ascendiente tolteca y chichimeca, son desconocidos y humillados; podría afirmarse que llegan tarde al reparto. Quizá con el fin de eliminarlos, los tepanecas de Atzcapotzalco les permiten ocupar Chapultepec y Tlatelolco.
Con un espíritu indomable se sobreponen al medio adverso y después de un tiempo atacan Tenayuca, siendo perseguidos y diezmados por una coalición de xochimilcas, culhuas y tepanecas. Al ser dispersados, algunos permanecen como esclavos en Culhuacán, mientras que otros son deportados a Tizapán, lugar infestado de serpientes.
Requeridos por Cóxcox, soberano de Culhuacán, son parte fundamental de una victoria sobre Xochimilco, pero al ser premiados con el otorgamiento de una hija de Cóxcox a fin de iniciar una nueva dinastía, la sacrifican y otra vez son arrojados y confinados en un islote inhabitado en el lago de Texcoco.
En tal lugar, siguiendo las palabras de Huitzilopochtli, con la advocación de Tláloc y en presencia de los símbolos primordiales: la tierra, el nopal, el águila y la serpiente, fundan Tenochtitlán en 1325.
Bajo el mando de sus sacerdotes, la primera acción consiste en erigir con cañas y ramas, el templo de Huitzilopochtli. Después de mucho tiempo y padeceres encuentran al fin su casa.
Desde el comienzo, la ciudad va a tener un orden determinado. "El centro estará ocupado por el espacio sagrado, el recinto ceremonial, en donde se encuentra el Templo Mayor, centro fundamental de la cosmovisión de este pueblo. De este espacio sagrado van a partir las calzadas orientadas hacia los puntos cardinales, lo que le da una configuración a la urbe de cuatro grandes 'barrios', la que al ir creciendo va a multiplicarse" (Matos, 1993b:19). ¨(Matos Moctezuma, Eduardo. b) "Tenochtitlan". En: Arqueología mexicana. 1(4):75-76, octubre-noviembre de 1993).
Pero el acoso de Tenayuca y Culhuacán no cesa, si acaso logran un respiro al traer a Acamapichtli, noble culhua de ascendencia tolteca, al que elevan como Primer Tlatoani en 1376.
El templo de Huitzilopochtli es agrandado y embellecido y surgen trabajos de gran magnitud, como el albarradón que evita inundaciones, construido bajo la sabia dirección de Netzahualcóyotl. Por acueductos se trae agua de Chapultepec y Coyoacán y se desplantan las calzadas de Iztapalapa, Tepeyac y Tacuba, comunicando el islote con tierra firme.
Conservadores rigurosos de la antigua tradición religiosa, los grupos nahuas parten desde Chicomóztoc para fundar Tenochtitlan en un islote. La principal importancia de Huitzilopochtli se advierte en la consagración del Templo Mayor: compartirá espacios con Tláloc. Pero en cada conquista guerrera de otras comarcas, los mexicanos tomarán las deidades locales integrándolas a su panteón, conservando las imágenes en el lugar que para tal efecto se les tenía destinado en el recinto del Templo Mayor, pasando a formar parte del séquito de Huitzilopochtli.
Se logran cultivos en chinampas y se complementa la alimentación con la recolección y caza de los elementos de la flora y fauna lacustres. No obstante, se necesita de otros productos que no hay en el Altiplano, como lo son el algodón y el cacao.
En una vertiginosa sucesión de luchas y alianzas en que intervienen Culhuacán, Xochimilco, Chalco, Atzcapotzalco y Texcoco, acaban por imponerse en el extenso territorio, añadiendo a sus fronteras la Huasteca y el Totonacapan, a la Mixteca, Tehuantepec, Soconusco, incursionando hasta Nicaragua. Morelos, Guerrero, Jalisco, Durango, Zacatecas, Colima, Nayarit y Sinaloa. La excepción la constituyen los señoríos de Tlaxcala, Cholula u Huexotzingo, así como Michoacán, que nunca pudieron ser doblegados.
Además del dios tribal se venera a Quetzalcóatl, de quien es gemelo. También a Tezcatlipoca y a una multitud de dioses que con sus contrapartes femeninas, aparecen en un abigarrado cuadro.
Las festividades del Fuego Nuevo cada 52 años cobran especial significación, pues se espera con temor la caída del cielo y la destrucción del mundo. Después de superado el paso, en un acto de renacimiento se renuevan templos y atavíos, casas y enseres domésticos; la humanidad podrá vivir por otros 52 años.
Pero los días del dios tribal estaban contados; resultan interrumpidos en un aciago año 1 Caña, que en el calendario juliano correspondió a 1519, por efecto de la conquista hispana sobre Mesoamérica. Cortés hilvana alianzas con muchos pueblos agobiados del tributo mexica: totonacas, cholultecas, tlaxcaltecas, y en un golpe estratégico de alta diplomacia mueve las poderosas fuerzas indígenas contra el imperio de Tenochtitlan.
Bernal diría después de atravesar la difícil ruta de los volcanes y realizar el descenso, ante el panorama que la ciudad le presentaba ante sus ojos desde Itzapalapa:
"Desde que vimos cosas tan admirables, no sabíamos qué decir, o si era verdad lo que por delante parecía, que por una parte en tierra había grandes ciudades, y en la laguna otras muchas, y veíamoslo todo lleno de canoas, y en la calzada muchos puentes de trecho a trecho, y por delante estaba la gran ciudad de México..."
La ciudad será comparada a Venecia en un intento del europeo por racionalizar ambientes extraños y novedosos para él.
Los mexicas siempre se consideraron herederos de las glorias de Teotihuacán y muy especialmente de los toltecas de Tula, por lo que significaba de cultivo al arte y la ciencia. En su migración pasan una temporada en la abandonada ciudad, que hace una profunda impronta en su alma cultural.
winfer46@hotmail.com
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