Thursday, November 02, 2006

GUADALUPE CASTAÑÓN

Por Fernando Winfield Capitaine

Agradezco a Francisco Morosini Cordero la oportunidad de compartir esta mesa con mi Maestro de la Facultad de Antropología, Carlo Antonio Castro Guevara, y con mi colega de los estudios afro mexicanos Guadalupe Castañón González, autora del libro PUNICIÓN Y REBELDÍA DE LOS NEGROS EN LA NUEVA ESPAÑA EN LOS SIGLOS XVI Y XVII, editado por el Instituto Veracruzano de la Cultura, a cargo de Leticia Perlasca Núñez.
Agradezco al estimado público, su asistencia en este acto, pues sin Ustedes, esta presentación no tendría ningún sentido práctico.
También, a Guadalupe Castañón, por las referencias a algunos de mis trabajos sobre la esclavitud en Veracruz en su libro.
Me emocionó saber que por fin le publicaron su libro a Castañón, después de once años transcurridos desde que ganó el PREMIO GONZALO AGUIRRE BELTRÁN, en una época que se sometía a concurso y al que todos los interesados tenían la posibilidad de ganarlo. Lamentablemente, desde hace varios años el premio se da a personajes relevantes del mundo intelectual pero que no tiene nada que ver su actividad y su obra con el mundo de los descendientes de los esclavos coloniales afro mexicanos, salvo contadas excepciones. Que yo recuerde, la última vez que se abrió el concurso fue en 1994 pero ni siquiera hubo un acuse de recibo por los trabajos elaborados meticulosamente por sus participantes. Quizá ahora sea más cómodo el método del “dedazo”, a fin de evitar esfuerzos.
El trabajo de Castañón está dividido en dos grandes partes, indicadas en el propio título, la punición o castigo, y la rebeldía de los negros. La primera de ellas está excelentemente trazada con el corpus legislativo de la época, mismo que se fue construyendo conforme aparecían las necesidades de represión a las minorías negras. La segunda parte o rebeldía da cuenta de algunos movimientos significativos o revueltas que se sucedieron a lo largo del transcurrir el tiempo del periodo colonial de la Nueva España. Es decir, de los movimientos más significativos que registró la historia.
La obra está integrada por cinco capítulos, a saber: 1) Los caminos de la esclavitud donde se trazan las rutas del comercio esclavo. 2) Transculturación del negro africano, tomando como modelo el concepto de Fernando Ortiz, (aunque yo prefiero el concepto más fino de Gonzalo Aguirre Beltrán propuesto en 1957, aculturación), y efectuando un análisis de los cambios culturales y los procesos de adaptación del negro africano. 3) Legislación negra, que abarca los cuerpos legislativos de mayor relevancia en el periodo colonial americano. 4) El capítulo cuatro Negros y mulatos en la Inquisición, se ocupa de algunos de los miles de casos que siempre fascinarán, pues están inscritos en la visión del mundo que impuso El Tribunal del Santo Oficio, para control de la conducta social; aquí se listan, por ejemplo, algunos casos:
“raspaduras de uñas para el amor”, “polvos amarillos y de gusanos para amansar a los hombres”, “peyote para descubrir a los ladrones y sangre de murciélago”, “por matar a Juan Mixteco, pringado con miel hirviendo”.
5) El último Capítulo, el 5, se ocupa de El cimarronaje en la Nueva España, que indudablemente es el capítulo que mayores aportaciones hace la autora en cuanto a la interpretación de este fenómeno tan complejo y que sacudió en sus cimientos el statu quo colonial. Naturalmente que nos hubiera agradado que lo hiciera más amplio, pero ello significaría otro libro. No obstante, menciono que de entre las varias revueltas significativas de la Nueva España, falta apuntar la de la Hacienda de Palmillas en el actual municipio de Yanga, en el año de 1808 y que fue sofocada por tropas del Virrey Iturrigaray. Y aunque el libro se constriñe a los siglos XVI y XVII, debió de haberse mencionado la gran revuelta de 1735 que nació en el Trapiche de Mesa, en San Juan de la Punta, el 24 de junio, día de San Juan Bautista, pues se hace referencia en el castigo a que se hicieron acreedores en 1737 algunos de los esclavos (véase mi artículo aparecido en el número 50 de La Palabra y el Hombre. Revista de la Universidad Veracruzana). Más datos en mi libro agotado Los Cimarrones de Mazateopan, publicado en 1992 por el Gobierno del Estado de Veracruz.
Bien dice Castañón que hay que seguir revisando la historia en cuanto a la saga del Yanga, pues la mayoría de los textos hacen referencia que fue un éxito de los españoles la capitulación de los negros, con la excepción citada de Nicolás Ngu-Mve-Ngu, al cual habría que escribir apropiadamente su nombre, y no Nicolás Ngou-Mue, el cual por cierto no está citado en la Bibliografía, pues aparece sólo como nota 43 en la página 123, y que publicó un texto en 1997.
Escribe Nicolás, mi maestro en 1981 de su idioma Fan, y originario del Gabón:
“Centros de reproducción de una cultura africana libre de todo control, símbolos de la resistencia anticolonial, los palenques y los cimarrones llegaron a una fama verdaderamente mítica cuando llegaron a imponer sus deseos a la administración colonial, a raíz de una guerra agotadora. Este caso se dio en México, cuando un grupo de rebeldes capitaneados por un africano llamado «Yanga» impuso a los españoles las condiciones de su rendición. Este caso nos ofrece la oportunidad de observar concretamente el carácter desafiante del cimarronaje, su carácter de modelo, y por fin su carácter de lugar de expresión de la cultura africana en América.”
Hasta aquí la cita de Nicolás. Como antropólogo me gustaría precisar que los palenques, al menos en México, tienen además un fuerte sustrato cultural indígena, pues a pesar de las prohibiciones legales españolas, indios y negros interactuaron no sólo biológica sino culturalmente, es decir, no hay una cultura africana “pura” sino un producto cultural debido a las interacciones con lo indio, e incluso con lo hispano. Al respecto puede verse mi trabajo intitulado “Población rural en Córdoba, 1788”, publicado en el número 30 de La Palabra y el Hombre. Xalapa, correspondiente a abril-junio de 1979, basado en un documento colonial que nueve años más tarde (en 1988) retomaría y publicaría Naveda en las Jornadas de Homenaje a Gonzalo Aguirre Beltrán y en otro texto del mismo año de 1987.
Mis trabajos de campo en comunidades negras de la zona Actopan, Coyolillo (en 1970 y 1971), de Córdoba, como Mata Clara (en 1975 y 1977), de Naolinco (1964 y 1979), Almolonga, también me han demostrado la interacción cultural de los negros con la población indígena. En fin, como dice Castañón, el de Yanga es un caso abierto digno de seguir siendo estudiado. Hay que decir que el hijo de Ñanga, Gaspar, siguió con el control político del poblado años más tarde (1641), como lo puse de manifiesto en un documento que localicé en el Archivo Notarial de Orizaba y que presenté en una reunión de la Sociedad de Afro Mexicanistas en la ciudad de México; es decir, los negros siguieron protegiendo a los esclavos fugitivos a lo largo de todo el periodo colonial.
Pero esto es sólo pecatta minuta, pues la edición está pulcramente trabajada por Christopher Barrera Ortega, Ramón Moreno Alvarado, Roberto Sánchez, Carlos Manuel Cruz Meza, Fernando Ruiz Granados y la autora. Como se sabe, no hay libro perfecto. Habría que poner en mayúsculas iniciales Nueva España por ser nombre propio (pág. 150).
Los autores citados en la nota 5 de la página 62 no están en la Bibliografía, lo mismo sucede con varios autores más, como Roland Mousnier (p. 42), Ernest J. Goorlich (p. 68), Tomas Gage (p. 75); cambiar las palabras cocha por coche (p. 90), y saca por casa (p. 92). Habría que poner el año de 1974 a la segunda ficha bibliográfica de Javier Malagón Barceló (p. 139). La ficha correcta del trabajo “Comercio de esclavos en la Jurisdicción de Xalapa durante el siglo XVIII” es: Actas del XLI Congreso Internacional de Americanistas, Tomo II: También en:.‑‑‑‑ Presencia Educativa. México, D. F. Secretaría de Educación Pública (2):35‑42, julio de 1975.
. Además, en la Sección Documentos de Archivo, poner en orden alfabético Actas de Cabildo, especificando de cuál Cabildo se trata.
Felicito a Guadalupe Castañón González por escribir en una prosa tan sencilla y elegante, esperando que continúe en este surco tan fértil como lo es la investigación de la población negra en la Nueva España.
Fernando Winfield Capitaine 3 de octubre de 2002.
winfer46@hotmail.com

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