
LOS ANIMALES EN LA ÉPOCA PREHISPÁNICA
Por Fernando Winfield Capitaine
Cuando se iniciaron los estudios de iconografía hace varios lustros, fue común interpretar a las diferentes figuras representadas en estelas, vasijas, lienzos y demás obras culturales prehispánicas como dioses, "monstruos", o seres metafísicos presuntamente inventados por la imaginería precolombina. Designaciones tales como monstruos Cauac, Jester God (o dios "bufón") y otras, revelan la actual dificultad por comprender la naturaleza zoológica de seres reales que fueron llevados a la representación gráfica en los tiempos precolombinos.
En una primera etapa se dieron las representaciones naturalistas, para posteriormente llegar a modelos más abstractos, y por ende, más difíciles de diagnosticar.
La frecuente superposición de elementos que integran los conceptos indígenas, seguramente fueron dominados excelentemente por las antiguas civilizaciones mesoamericanas. La pérdida de esa visión del mundo ocasionada por la conquista hispana y por el tiempo, hacen trabajosa en la actualidad la identificación de las partes que integran el todo que estamos contemplando frente a la obra de arte. El único método posible es tratar de descomponer la estructura en mínimas partes coherentes, cual si se tratara de un rompecabezas con variadas partes integradoras. Luego, analizar y comparar cada uno de los rasgos de la estructura con todas las representaciones conocidas, dudando más de los dibujos que de las fotografías. Ideal sería poder disponer de calcas para poder analizar verazmente los relieves.
Un avance importante en el esclarecimiento de la iconografía, fue el descubrimiento por Heinrich Berlin Neubart del llamado "glifo emblema", toponimia ligada a sitios dominados por linajes reinantes mayas.
Posteriormente, Tatiana Proskouriakoff precisó más las representaciones, al descubrir en Yaxchilán y en Piedras Negras que los personajes representados en las estelas, correspondían a gobernantes reales que habían vivido ahí, iniciándose así la práctica reciente de identificar con nombres propios a los gobernantes antiguos.
La hipótesis de que las lecturas astronómicas determinaban la mayoría de los casos de factura de los monumentos mayas, tan en boga en la década de los treinta, fue parcialmente abandonada para retomarse con mayor intensidad en los últimos años. Así, C. Tate (cit. por Hall) ha vinculado los eventos políticos en Yaxchilán, a los astronómicos, configurando de esa manera los gobernantes mayas la "justificación" celestial de su ascensión al poder y el inicio o coronación de sus empresas guerreras y comerciales.
Toca a la moderna antropología buscar los orígenes de algunas representaciones, en el estudio detallado de las especies animales que vivieron o aún viven en el área de estudio.
Lamentablemente, muchas especies desaparecieron o están en vías de extinción, por lo que es necesaria la colaboración del biólogo a fin de reconstruir y/o esclarecer las características anatómicas y los hábitos de muchas especies, estudio que puede contribuir a arrojar mayor luz sobre las figuraciones que plasmaron los antiguos en la piedra, la arcilla, y demás materiales empleados en la elaboración de sus objetos de arte.
Ya Bonifaz Nuño (1985, ilus. 30, 30a, p. 56,57; 1989, láms. 74-77) ha contribuido ejemplarmente a demostrar lo útil que es conocer perfectamente a las especies que poblaron un hinterland anterior, aportando la presentación de estudios anatómicos de algunas especies, llegando a diferenciar a la serpiente del jaguar, que le ha permitido aclarar algunos errores de apreciación en los estudios arqueológicos, tales como la de pensar que el jaguar era el leiv motiv de los olmecas del periodo preclásico.
Rubén Bonifaz Nuño en sus investigaciones iconográficas afirma que las primeras representaciones de la ceja de la serpiente aparecen en Teotihuacán, pasando a Cacaxtla; de ahí a las culturas del Golfo, para finalmente retomarla ya la cultura azteca, en la forma de un petate (comunicación personal de 15 de diciembre de 1990). Es decir, tenemos disponible una cambiante elaboración estética de más de 15 siglos, en torno a uno de los animales fundamentales de la civilización mesoamericana, la serpiente.
Otro trabajo reciente de Kent Reilly (1990) acerca del chamán en su actitud de transformación, inscrito en el tema del gobierno en el arte olmeca, descifra la naturaleza zoológica de una antigua representación iconográfica en varios monumentos de Chalcatzingo, Cuenca alta del río Balsas, Juxtlahuaca, San Lorenzo, Teopantecuanitlán y del estado de Veracruz, llegando a la conclusión de que se trata del sapo Bufo marinus.
Un trabajo reciente de Robertson (1990) sobre el Dios Número Trece, ofrece la posibilidad de relacionar al animalito representado como un hipocampo o caballito de mar.
Casi todas las representaciones de dioses de la lluvia o Chac presentan el elemento ceja que los vincula a reptiles, como puede apreciarse en las esquinas de los ejemplos arquitectónicos del estilo Puuc de la península yucateca (véase al respecto Chichén Itzá y Uxmal, entre otros sitios). Un notable ejemplo de una entidad reptilínea que representa a Cicpactli o Itzmaná está en el disco de oro (Post Clásico Temprano) recuperado del cenote sagrado de Chichén Itzá (Taube, 1989:6). Debe recordarse que para el pensamiento mesoamericano la tierra estaba sostenida por un gran lagarto. En náhuatl recibía el nombre de Cipactli. El borde exterior del disco muestra por sus cuatro lados a dicha entidad y en la parte inferior al caimán identificado por Taube.
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